La fuga hacia adelante de Cesare Battisti, el emblemático “terrorista” europeo de los años 70 Cesare Battisti

La fuga hacia adelante de Cesare Battisti, el emblemático “terrorista” europeo de los años 70

En Italia, la guerra sucia del paramilitarismo al amparo del Estado y los años de plomo de la lucha armada de la insurgencia juvenil, dejaron asignaturas pendientes en la historia del país, a falta de una rendición de cuentas. Contexto histórico, derrotero y las respuestas del otrora guerrillero urbano Cesare Battisti, desde «Guantánamo Calabro», penitenciaría donde purga la pena máxima.

Entre 1969 y 1984, para impedir un gobierno “eurocomunista” en Italia, la ultra derecha neofascista cometió atentados que ocasionaron 150 muertos y 882 heridos. Todas esas masacres quedaron impunes. (1) La guerrilla urbana revolucionaria asesinó por entonces unos 235 policías, magistrados, periodistas y patrones, toda vez que fueron desarticulados por la represión. Unos 4000 militantes o colaboradores pasaron por las cárceles. Alli quedan todavía unos 60 presidiarios que no han podido recuperar la libertad. (2) Entre ellos Cesare Battisti, combatiente sin formación previa hasta que se alzó en armas, autodidacta, exilado y viajero transatlántico para salvar el pellejo, convertido al ritmo de la evasión permanente en poliglota y escritor. Tiene 66 años, 2 hijos de matrimonios distintos, y está condenado a cadena perpetua, no obstante haber reconocido los crímenes que se le reprochan, e implorar perdón a los familiares de las víctimas por el dolor que pudo haberles causado. Podría aspirar a demostrar un abuso judicial en la sentencia de terminar su vida en la cárcel. De igual modo invocar un tratamiento inhumano o degradante equivalente a la tortura en las condiciones de detención que sufre actualmente, a resultas de una violación a la norma inderogable del derecho a la integridad, sobre la base de los artículos 7 y 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas, si un tribunal europeo se conmoviera, o que alguna Relatoría o Comité de la ONU entrara en materia, sin descartar que se produjera una iniciativa de clemencia en Italia. Tal vez las irregularidades de la persecución judicial en Brasil y Bolivia, acarreen recomendaciones que le sean favorables en la ONU o en la OEA. Entre la firmeza de sus convicciones y la incertidumbre del futuro, discurre ahora su testimonio traducido del italiano, respondiendo a un cuestionario escrito que le hicieron llegar manos altruistas.

P. ¿Qué lo motiva ahora hacer declaraciones de prensa? ¿Continua su actividad literaria en la prisión?

R. Aprovecho esta oportunidad para intentar precisar ciertos pasajes relevantes de mi historia personal, que no serán exhaustivos, ni pretenden serlo. Trato de responder, aunque de manera fragmentada, a las preguntas más frecuentes que me han hecho hasta ahora quienes, a pesar de la intoxicación mediática, no han dejado de querer entender. Incluso estos datos sólo pueden ser parciales, pero la intención es proporcionar información básica que pueda ser utilizada por los interesados para sacar sus propias conclusiones. En cualquier caso, dadas las circunstancias, no me hubiera sido posible hacer un discurso directo y completo. Por eso remito a mis escritos en www.carmillaonline.com (página web). Ahí pueden también consultar el manuscrito de mi próximo libro, que está siendo leído actualmente por Éditions du Seuil, en vista que lo publiquen, la misma editorial francesa que publicó “Indio” en junio pasado.

P. ¿Cómo han sido las condiciones de detención actualmente, primero en la cárcel de Oristano, en Cerdeña, y luego en la de Rossano, en Calabria?

R. Durante los 20 meses en situación de aislamiento en Oristano (Cerdeña), de los cuales sólo 6 fueron en semi legalidad, cultivé la esperanza de que tarde o temprano la Institución entendería, si se permitía en otros casos, que no se puede castigar ni vengar, infligiendo a un veterano de los años 70 el estatus de prisionero de guerra. Esto es lo que permite suponer la privación de los derechos establecidos por las leyes nacionales y por las normas del derecho internacional. No se justifican el trato inhumano, adjuntando medidas de seguridad sin precedentes, aplicadas entre otras cosas con 41 años de retroactividad. El Estado responde literalmente: «la documentación solicitada ha sido sustraída del derecho de acceso». Pero entonces, uno se pregunta, ¿cuál es la posible defensa? Es la razón por la que hice una huelga de hambre en Oristano. La respuesta del Estado fue transferirme a la peor prisión de Italia, en Rossano (Calabria), bajo control del departamento ISIS-AS2. Esto, a pesar de las amenazas recibidas en el pasado y en el presente por los diversos frentes yihadistas contra mí. Mi presencia en el departamento de ISIS de la prisión conlleva grandes dificultades y pequeños márgenes de supervivencia: sin salir nunca de la celda para la hora de aire libre; limitado también en alimentos; sujeto a amenazas a través de la puerta; privado de computadores para ejercer mi profesión; supervisado mediante observación constante y medidas disciplinarias a cada indicio de denuncia; sujeto a la censura, adjuntando supuesta «actividad subversiva» (sic del entrevistado) y así sucesivamente hasta que se me obstaculice también el derecho de defensa, establecido en el artículo 24 de la Constitución. Podía reunirme con mi familia en Italia, una hora a la semana cuatro veces al mes. Sin embargo, dada la distancia de mi lugar de residencia y la avanzada edad de mis hermanos que van de 70 a 80 años, esto rara vez sucede. Mis familiares (se refiere a los de su época fuera de Italia), que residen en Francia y Brasil, sólo puedo contactarlos por videollamadas de teléfono móvil una vez a la semana, pero entonces tengo que renunciar a la entrevista en presencia. De esta manera, paso meses sin contacto con mis hijos, para los que tengo que pedir noticias por carta, casi siempre guardadas por el censor, porque están escritas en un idioma extranjero. Incluso me dijeron que mis hijos deberían aprender a escribir en italiano para tener noticias de su padre. Esto se debe a que el censor tiene dificultades con el francés o el portugués, que son las lenguas maternas de mis hijos. Recibo un trato inhumano no sólo para cualquier prisionero, sino especialmente para alguien cuyo último delito fue hace 41 años. Y por si fuera poco, el ejecutivo se compromete a mantener un nivel de peligrosidad absurdo alimentando un proceso constante de criminalización hasta justificar la incautación del ordenador, gracias al cual estaba completando una novela sobre el conflicto de Rojava y la tragedia de los emigrantes.

P. ¿Qué sucedió en Brasil, al cabo de su larga fuga?, ¿cómo fue su arresto y extradición de Bolivia a Italia?

R. Las autoridades italianas nunca aceptaron mi refugio en Brasil. ¡El Estado ha trabajado con todas sus fuerzas, pero también con medios ilícitos como la corrupción y el ofrecimiento de privilegios políticos y económicos, para obtener a toda costa mi entrega fraudulenta! Brasil alberga una gigantesca comunidad de origen italiano, equivalente a 35 millones de ciudadanos. ¡Un país dentro de un país! Esta parte importante de la sociedad brasileña, además de controlar algunos sectores de la economía, tiene una fuerte influencia en el aparato militar de Brasil. Muchas son las figuras de la dictadura de origen italiano, como el propio Bolsonaro. Pero poco importa si el ex capitán Bolsonaro, incluso expulsado del ejército, él y sus acólitos, sin escrúpulos, son líderes criminales de milicias sangrientas. Italia, a través de la embajada, siempre ha mantenido relaciones privilegiadas con los grupos de presión militares cerca de Bolsonaro. Tanto como para empujar a las empresas italiano-brasileñas a entrar activamente en la campaña presidencial de Bolsonaro. A cambio de tanta amistad, Bolsonaro prometió mi extradición. Aunque la Constitución lo impida – no se puede revocar un decreto después de 5 años desde su emisión – Bolsonaro mantuvo su promesa. Al comprar y vender influencia en el Tribunal Federal Supremo, se ignora descaradamente la Constitución y en diciembre de 2018 se ordenó mi extradición.

P. ¿Qué sucedió luego en Bolivia?

R. Un sector de izquierda de Brasil me garantizó el contacto directo con el Presidente de Bolivia, Evo Morales, quien personalmente le da al fundador del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), Juan Pedro Stédile, el derecho de recibirme en Bolivia con el otorgamiento del refugio político. En una operación combinada entre el PT brasileño (Partido de los Trabajadores) y el MAS boliviano (Movimiento por el Socialismo) fui transferido a Santa Cruz de la Sierra. Se responsabilizó un emisario del gobierno directamente bajo responsabilidad del Canciller. Mientras esperaba el expediente del refugio, me alojé en un Centro de Vigilancia, un local del Ministerio del Interior, ¡que sirvió de base para el espionaje de la corriente de oposición a Evo Morales! Una docena de operadores de computadoras trabajaban allí, con los que tenía relaciones cordiales. De vez en cuando, llegaban algunos altos funcionarios del Estado, así que tenía que quedarme encerrado en mi habitación al final del patio. Inmediatamente tuve la impresión de que estaba siendo vigilado a cada paso, no sólo por fuerzas supuestamente amigas. Cuando el replanteo se hizo más severo, se lo señalé al jefe de gobierno que dirigía el centro, pero él respondió evasivamente. Cuando estaba seguro de que algo no iba bien, me recogieron a un tiro de piedra del centro mientras iba de compras. De repente, todos aquellos a los que me habían presentado para la regularización del refugio habían desaparecido. Aún así, no me desanimé. Por supuesto, pensé en la traición de Evo Morales, pero seguía contando con las leyes bolivianas que excluyen la extradición por delitos políticos y, especialmente en mi caso, por la prescripción según la ley boliviana. Por eso, me dije, no es bueno ir a la cárcel durante el proceso de extradición. En cambio, debería haber sospechado que era un juicio regular que Italia debería evitar. Los propios policías bolivianos de Interpol, algunos de los cuales había conocido en el Centro de Vigilancia, parecían bastante avergonzados por lo que estaba a punto de suceder. No tuvieron dificultad en informarme de que había italianos, brasileños y agentes de otro país pululando por ahí que no querían especificar. Me dijeron claramente que unos sinvergüenzas estaban negociando mi piel. Comprendí qué se referían a lo que sucedería la mañana siguiente cuando un equipo de encapuchados de negro irrumpió y me llevó al aeropuerto internacional de Santa Cruz de la Sierra. Colocado y vigilado en una habitación cuyas ventanas daban a la pista de aterrizaje, observé a los italianos, que me llevarían al avión estatal que nos esperaba lejos en la pista. También traté de resistir. Tanto en Bolivia como en Brasil se armó el escándalo y salió a luz el vergonzoso secuestro permitido por Evo Morales. Hubo protestas e incluso manifestaciones. Obviamente, en Italia no se hablaba de ello.

P. ¿Le sorprendió el comportamiento de Evo Molares? ¿Jugó algún papel el vicepresidente Alvaro García Linera? ¿Ha emprendido denuncias internacionales?

R. Que Evo Morales pudiera llegar tan lejos, nadie lo esperaba. Pero quien más me sorprendió por la cobardía fue el vicepresidente Linera, con su pasado, que desapareció a última hora para evitar dar explicaciones a sus amigos. Alguien se preguntaba con razón si estos procedimientos fraudulentos, por no decir más, no podrían ser objeto de una denuncia ante las autoridades internacionales. Al respecto, deseo informar de que actualmente se están impulsando tres procedimientos contra los mencionados delitos cometidos por Brasil, Bolivia e Italia. Respectivamente, la primera apelación a la OEA y a la ONU por acto inconstitucional en la anulación de un decreto presidencial de más de 5 años de separación forzosa de la familia – mi hijo menor y mi esposa permanecieron en Brasil -. La segunda a la ONU contra Bolivia por secuestro y expulsión ilegal. La tercera apelación a la ONU contra Italia por recibir bienes robados; y hay otra apelación al Tribunal Europeo por trato inhumano en prisión. Pero las solicitudes internacionales tardan mucho tiempo y es urgente para mí salir del infierno de “Guantánamo Calabro” (su apelativo para cárcel de Calabria).

P. De su reciente novela, Indio, puede decirse que es el fruto de vínculos académicos anudados durante su estancia en Brasil, un libro luminoso de momento solamente publicado en francés, que devuelve a Portugal el primer sitial en el descubrimiento de America, antes que Cristobal Colón. En algún pasaje se puede deducir su voluntad de no seguir más huyendo. ¿Algo más sobre esa novela?

R. Me dicen que leyendo «Indio», se puede ver entre líneas la intención de tratar mi tema con la justicia italiana. Terminé esa novela cuando nadie creía seriamente que un sujeto como Bolsonaro pudiera llegar a ser presidente. Esto quiere decir que algunas de mis reflexiones sobre el futuro incierto del eterno refugiado y perseguido son insospechadas. La desinformación que en los últimos 15 años me ha convertido en el monstruo a abatir, ha hecho imposible cualquier intento de arrojar luz sobre mi camino político-militar primero, y después como refugiado.

P. Efectivamente, su vida parece una odisea espectacular. De joven inicialmente militó en los Proletarios armados por el comunismo (PAC) en Italia. Participó en cuatro asesinatos a fin de los años 70, pero en 1981 se escapó de la penitenciaria en la cual cumplía una pena de 13 años, al considerárselo miembro de una “banda armada”. Huyó a París, donde no pudo beneficiarse de la “doctrina Mitterrand”, instaurada por el presidente francés que acogió a unos 150 militantes de la extrema izquierda italiana que no habían intervenido en hechos sangrientos. Debió partir rápidamente hacia México, país en el cual residió hasta 1990, cuando retornó a París, para descollar como novelista. En ese contexto Italia requirió su extradición, obligándolo nuevamente a huir en 2004, frustrando su tramite de naturalización en Francia. Se escondió en Córcega, pero de ahí fracasó en su intento de seguir viaje al Africa, aunque luego escapó a Brasil. Entre tanto, ¿tuvo alguna vez contactos con las autoridades italianas para saldar el pasado?

R. He tenido cuidado de no divulgar algunos de mis intentos de acercamiento y pacificación con una supuesta nueva realidad social en Italia. Creía que la democracia italiana había madurado, capaz de afrontar su propia historia con dignidad y conocimiento de causa. Me refiero obviamente a los «años de plomo», un capítulo dramático de nuestra historia en una zona de sombras y tabúes, donde la revisión histórica nos concierne. Sólo para mencionar algunos intentos de acercamiento, el más serio y formal fue mientras estaba en la prisión de Brasilia, durante el larguísimo proceso de extradición. Después de algunas reuniones con el personal de la Embajada Italiana, les hice una propuesta de diálogo con el gobierno italiano. Fue en un momento en que ya estaba seguro de que no sería extraditado. Les propuse que aceptaría voluntariamente la extradición si el Gobierno estaba dispuesto a abrir un debate, con personal calificado, para hacer finalmente un recuento histórico del período de la lucha armada. El personal de la embajada, es decir, los espías, prometieron informar pero no volvieron a aparecer.

P. ¿No le parece que no solo sería saludable abordar los “años de plomo” de la guerrilla urbana de izquierda, sino también la “guerra sucia” de la extrema derecha fascista con sus masacres y atentados, jamas esclarecidos …?

R. Estando en Brasil mantuve una correspondencia con Alberto Torreggiani, que ahora él niega por orden del Estado, o simplemente influenciado por la horca habitual reservada para mí. Eso formó parte de una intención más articulada de acercamiento a las familias de las víctimas de los PAC. Esto en el marco de la creación de un clima favorable para abordar sin odio las responsabilidades de todos los componentes del conflicto y, quién sabe, pasar finalmente la maldita página de los «años de plomo». Lamentablemente, este intento también chocó con la feroz intolerancia de ciertos sectores políticos y de los medios de comunicación siempre dispuestos a alimentar el odio por oscuros intereses partidistas. Sólo se puede presenciar con sospecha las salidas públicas puntuales de los familiares de las víctimas (por supuesto siempre sólo se menciona una parte de la barricada), algunos de los cuales probablemente no nacieron en ese momento: ¡hace 41 años! ¿Y por qué siempre se desquitan con Battisti, como si yo hubiera inventado la lucha armada? Mientras los fascistas a las órdenes de alguna institución se divierten y nadie grita en la plaza… ¿O será precisamente para proteger a los asesinos de masa que un testigo debe ser quemado en la hoguera, para que la desinformación sobre esos años sea totalmente efectiva? La pregunta que debería hacerse sobre mi es: «¿por qué hasta 2003 nadie se interesó por Battisti?». Entonces yo era uno más entre docenas de refugiados italianos en todo el mundo… Fue una época en la que también publiqué libros y artículos en Italia y recibí visitas de personalidades italianas vinculadas al mundo político, cultural e incluso institucional? ¡De repente me convirtieron en un monstruo!

P. ¿Cuales serian las razones de ese súbito ensañamiento?

R. Fue una manera de alimentar el odio de los familiares de las víctimas -hasta entonces adormecidos- y de los medios de comunicación. Es una locura. La conclusión es sencilla: Battisti escribe, habla en la televisión, da entrevistas y debate en círculos internacionales, indaga en el pasado, hace autocrítica pero al mismo tiempo denuncia una guerra que el Estado desató contra la población civil, con bombas en las plazas y una represión sin precedentes. La lucha armada en Italia no nació en una mente perversa ni fue practicada por cuatro personas desesperadas. Surgió de un gran e irrefrenable movimiento cultural y político, que ya no podía soportar el acoso de un Estado corrupto y masacrador. Hubo un millón de personas en las plazas con más de 100 grupos armados organizados en las calles; cientos de muertos, la mayoría de ellos en las filas revolucionarias. Este es el contexto social en el que nacieron los PAC. No era un partido armado, sino la expresión de lucha horizontal del amplio frente de protesta, en las fábricas, en el territorio y en la educación nacional. Que su ideal era comunista es lo que dice el nombre mismo (Proletarios Armados por el Comunismo), pero no propusieron el asalto al Palacio de Invierno, ni tomaron el poder del Estado.

P. ¿Qué pretendían o buscaban Ustedes en aquellas circunstancias?

R. Eran núcleos amplios e independientes que respondían a su manera contra la injusticia desenfrenada, frente a la extrema derecha que se armaba en defensa de los privilegios del capital. Ese movimiento se fortificó en la idea de que el verdadero comunismo no podía ser el que expresaba la Unión Soviética, al contrario, sino simplemente el de una sociedad futura inevitable, libre e igualitaria, que el «Manifiesto» de Marx y Engels defendía claramente. Fui un militante. Se puede admitir el error, sin caer en la indecencia de los que se engañan a sí mismos de que pueden remediarlo todo declarando el arrepentimiento. Nunca una palabra ha sido tan denigrada. Tengo demasiado respeto por la historia y por las víctimas como para pensar que me escondo detrás de la hipocresía. Se pensaba que Italia había superado ciertas debilidades, y estaba lista para enfrentar su propia historia. En cambio, 40 años más tarde, a través de su más alta representación, sigue ofreciendo a sus ciudadanos el mismo vil espectáculo, con la presa arrastrada entre la multitud enfurecida; los insultos de los cazadores que deliran sobre la presa; el egoísmo de los ministros; la torpeza de la televisión; ¡disfruta ahora del Popolo! Aquí están las torturas sufridas, después de un secuestro triunfante. Hasta el punto de que incluso el Tribunal de Casación lo sentenció en estos términos: «si Bolivia ha cometido un delito que no nos importa, nos lo dieron y lo tomamos». ¡Nos lo llevamos! ¡Pero no basta con secuestrarlo y llevarlo a las cárceles de la patria! También tienes que tratarlo como un prisionero de guerra sin la protección del estatuto correspondiente. No está mal, se lo damos manteniéndolo aislado frustrándole el reglamento que le permitiría acceder a los beneficios reservados a todos los prisioneros. Y si él reclama, lo linchamos por los medios de comunicación; lo agitamos contra la venganza popular; aplicamos la censura; le quitamos su computadora para que funcione; lo ponemos en el pabellón de ISIS donde será forzado a permanecer en aislamiento voluntario. ¡Eso es tortura!

P. ¿Cómo hacer para superar, o hacer cesar, esos terribles sufrimientos?

R. Ahora llegamos a mi elección personal del juicio. Durante varios años he estado reflexionando sobre una solución decente para poner fin a esta persecución, en la que las fuerzas políticas italianas no han escatimado medios de coacción o presión. Debo decir, por cierto, que mis declaraciones de inocencia -nunca dirigidas a las autoridades sino sólo a los medios de comunicación- sólo intervinieron después de 2004 en Francia, para obligar al Estado italiano a admitir el uso desviado de la Justicia en los juicios sobre la lucha armada. Antes de eso, ni después, había negado que pertenecía a los PAC y asumía la responsabilidad política de la misma. Esas penas deberían haber sido juzgadas primero en un tribunal, antes de dictar sentencias de cadena perpetua y esperar confesiones tardías. Que quede claro, por lo tanto, que los países que aceptaron mi solicitud de refugio nunca lo han hecho, y no podrían haberlo hecho sobre la base de una supuesta declaración de inocencia, como afirmó falsamente el oportunista Lula, sino únicamente sobre la naturaleza política del crimen.

P. ¿Concebía alguna opción diferente a la individual?

R. Pensé seriamente en una solución colectiva de nuestros 70. El clima político en Italia no era ideal, pero yo sabía de la existencia de personalidades y tendencias dentro del poder judicial, que, habiendo luchado en la guerra contra el «terrorismo» en primera línea, como se dice ahora, conocían el asunto en profundidad y no tenían interés en recurrir a la propaganda oscurantista para comprender la realidad de los hechos. Ciertos indicios me dijeron que estas personas, o corrientes de pensamiento, todavía esperaban que un día estas tristes páginas de la historia pudieran ser convertidas en dignidad y respeto a la memoria nacional. Puedo citar a este respecto el pensamiento del magistrado emérito Giuliano Turone, juez de instrucción del juicio del PAC, que en su libro «El caso Battisti» afirma, más o menos en estos términos: «Paradójicamente, al aceptar sus responsabilidades políticas y penales, podría ser el propio Cesare Battisti quien finalmente podría hacer posible revisar y cerrar este capítulo de la historia». Esas palabras son importantes. Movido por este sentimiento, alimentado por la esperanza de que 40 años eran en todo caso muchos y que la democracia italiana tenía que haber madurado y que también el Estado era un administrador fuerte y responsable, decidí encomendarme a la justicia y llamé al fiscal de Milán. Esa declaración mía del 23 de marzo de 2019 fue una elección dolorosa. Yo estaba desaparecido de Italia desde 1981, y mis contactos con el país se redujeron a unos pocos familiares y al editor. No podía imaginar que, más allá de la histeria mediática, pudiera despertar la venganza del Estado. Con la enorme dificultad de tener que volver a un proceso que había sido archivado durante décadas, sin nuevos hechos que aportar, ahora imposibles, no podía distinguir mis propias responsabilidades. Todo lo que me quedaba por hacer era tomar todo en bloque, aunque criminalmente no tendría peso. Frente a la elección de enfrentar un juicio histórico, y no fui el único en creerlo, ¿qué sentido tendría revisar el código penal 40 años después?.Fui sentenciado a dos cadenas perpetuas y seis meses de confinamiento solitario diurno por haber sido declarado culpable de prácticamente todos los crímenes cometidos por los PAC, incluyendo cuatro ataques fatales. En los casos en que no fue posible vincular mi presencia física en la escena del crimen, se me consideró como el autor. ¿Debería quizás señalar que en tal conflicto los principales no existen y si existieran deberíamos entonces buscarlos entre la gente? De todos modos, ciertamente no soy yo.

P. ¿En qué consistió su confesión?

R. He admitido todo. Reiteré mi autocrítica por la elección de haber participado en la lucha armada, ya que fue política y humanamente desastrosa. ¿Pero no lo he dicho mil veces en todos estos años? No tenía nada que lamentar porque, equivocado o no, no se puede cambiar con retrospectiva el significado de los eventos definidos históricamente por un contexto social preciso. Sería absurdo decir que no se pudo evitar, pero entiendo que el movimiento revolucionario no se echó atrás cuando asumió la responsabilidad. No podemos decir lo mismo por parte del Estado. Tampoco tenía nada que pedir a cambio de mi confesión. No se habría previsto legalmente, y entonces bastó aplicarme la ley, como a cualquier otro condenado, imposibilitado de tener acceso a algún beneficio futuro reservado para todos. En resumen, es como decir que has ganado y estoy aquí para presenciar los inmerecidos cantos de la victoria. Pero, después de que el partido termine, usted Estado democrático, ¿queremos todos comprometernos a rehabilitar la historia de la violación, mientras yo cumplo mi sentencia, según los términos de las leyes nacionales y las reglas internacionales de la humanidad, como cualquier otro condenado? Pura ilusión. Después de haber hecho alarde ante todo el mundo del fruto de una caza sucia, cantando una victoria obtenida por engaño sobre la sangre de las víctimas y el honor mancillado de la historia, el Estado de las Ratas no se acobarda y muestra su verdadero rostro. Se entrega a la horca, cabalga la ola populista, incluso sacrifica la palabra de las autoridades que le sirvieron aunque no lo merecieran. Este es el sentimiento que me acompañó desde Oristano hasta «Guantánamo Calabro», a merced de ISIS y un trato digno de una dictadura militar. Pero no he perdido la esperanza y estoy seguro de que el tiempo me será caballeresco.

Juan Gasparini, Ginebra, Suiza.

(1) Las matanzas cuyos autores no han sido identificados tuvieron lugar en Piazza Fontana, Milan, el 12/12/1969 (17 muertos y 88 heridos); la de Gioia Tauro, 22/7/1970 (3 muertos y 2 heridos); la de Peteano en Gorizia, 31/5/72 (3 muertos y 2 heridos); la de la Jefatura de policía de Milán, 17/5/1973 (4 muertos y 52 heridos); en la Plaza de la Loggia en Brescia, 28/5/74 (8 muertos y 102 heridos), la del tren Italicus, expreso Roma-Brennero, 4/8/1974 (12 muertos y 105 heridos); en la estación de Bologna, 2/8/1980 (85 muertos y 200 heridos); la del tren rápido 904, el 23/12/1984 (15 muertos y 267 heridos).

(2) Los otros grupos guerrilleros urbanos italianos fueron las Brigadas Rojas y Primera Linea. Algunos de sus miembros decantaron de organizaciones de superficie que fueron legales, como Lotta Continua y Potere Operaio. El film de ficción, Los años de plomo (1981) de la directora alemana Margarethe Van Trotta, testimonia de los desgarramientos humanos de aquella época.


 

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