«Nunca pedí dinero por debajo de la mesa, y nunca recibí nada. Nadie puede decir lo contrario», resumió la ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, durante una rueda de prensa este fin de semana en Ginebra, invitada por un festival de cine sobre derechos humanos, que coincide con la primera sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. La ex mandataria desafió a los medios de comunicación a publicar datos que la involucren en la corrupción.
El desmentido de Rousseff sale al cruce de la mención de su nombre en el contexto del escándalo internacional protagonizado por la constructora brasileña Odebrecht, una multinacional presente en 28 países con 168.000 empleados, que pagó sobornos para abrir mercados en la última década, sirviéndose de la banca suiza. La fiscalía federal helvética tiene bloqueadas una 1000 cuentas bancarias con depósitos de 800 millones de dólares, en gran parte provenientes de Odebrecht, pero también del gigante de la energía, Petrobras, un segundo escándalo que sacude en paralelo a Brasil.
Marcelo Odebrecht, dueño de la constructora, actualmente preso, negoció una reducción de la condena de 19 a 10 años de cárcel, a cambio de confesar sus delitos. Saldrá en libertad vigilada a fines de 2017 y pretende salvar su empresa del naufragio asumiendo incluso cuantiosas multas, mientras aguarda pactar un trato clemente con otros países donde pagó sobornos para obtener grandes obras: Venezuela (98 millones U$A), República Dominicana (92 millones U$A), Panamá (33,5 millones U$A), Argentina (35 millones U$A), Ecuador (33,5 millones U$A), Perú (29 millones U$A), Guatemala (18 millones U$A) y Colombia (11 millones U$A).
Marcelo Odebrecht afirmó días pasados que había financiado ilegalmente la campaña electoral de Michel Temer, quien fuera vicepresidente de Dilma Rousseff, y ahora su reemplazante tras la destitución de ella en 2016. La ex mandataria fue tajante en Ginebra al negar que se haya favorecido con ese supuesto financiamiento al hoy “presidente ilegitimo” Temer. Deslizó con una sonrisa en los labios que fue un error su alianza con él, líder del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), para ganar las elecciones presidenciales de 2011.
Sin identificar responsables, Rousseff denunció en Ginebra, el “golpe de Estado parlamentario”, que la separó de la jefatura del gobierno. “Entendieron que no podían tomar el poder democráticamente … creyeron que sacándome a mi iban a frenar en Lava Jato (limpieza rápida)”, como llaman a la operación de la magistratura que pretende erradicar la corrupción. Aprovechó entonces para revindicar ser autora de la ley que creó la figura de las “delaciones premiadas” en Brasil. La norma castiga a corruptores y corrompidos, y admite rebajas de penas si los acusados colaboran con la Justicia. Su aplicación se ha convertido en una bola de nieve en el caso Odebrecht, con 77 altos cargos imputados dispuestos a seguir el ejemplo de su jefe en la revelación de sobornos para conseguir alguna rebaja de las penas, un voluminoso sumario que ya congrega 250 inculpados.
Rousseff defendió a su mentor, el ex presidente Luis Inácio Lula da Silva, con quien llevara a cabo el plan de “Pobreza Cero”, que alejó a más de 30 millones de brasileños de la miseria y la exclusión, cuyos logros, sostuvo, estarían hoy “en riesgo”. Declaró que “no es cierto que hay mejoras con Temer, la crisis se ha profundizado, las cifras de este trimestre lo demuestran”.
Rousseff fijó como objetivo de sus intenciones políticas, ayudar para que Lula sea candidato a presidente en las elecciones de 2018, aunque no descartó que ella aspire a un escaño de diputada o senadora. Sin embargo, recordó que milita en política desde la edad de 15 años, y la mayor parte de su trayectoria no fue en funciones públicas. “Han criminalizado la política … en 2018 tenemos una cita con la democracia en Brasil” que «está siendo atacada por parásitos que hacen peligrar a las instituciones», definió.
«Garantizar que Lula tenga la posibilidad de ser candidato es muy importante en estos momentos, … ha atravesado un periodo durante el cual todos los medios de comunicación estaban contra él, donde hubo intentos de arrestarlo, de llevarlo a la cárcel. Pero sigue arriba de todo en todas las encuestas», explicó Rousseff, sucesora en la presidencia de Lula, y compañera de ruta en el Partido de los Trabajadores (PT).
El ex presidente Lula enfrenta en la justicia cinco acusaciones de corrupción vinculadas a Petrobras. No obstante se postula como candidato del PT y es el favorito para las elecciones del año que viene. En los sondeos, solo él y el diputado de ultraderecha, Jair Bolsonaro, aumentan en popularidad. En tanto el conservador Michel Temer, apenas cuenta con 10.3 por ciento de opiniones favorables, de acuerdo a un sondeo de opinión del pasado mes de febrero.
Juan Gasparini, Ginebra, Suiza.