La delgada línea blanca

La delgada línea blanca

Ediciones B, Santiago de Chile-Buenos Aires, 2000-2001.

«Atrincherarse en el desmentido y una operación masiva de encubrimiento» fue la vana réplica del extinto presidente estadounidense Richard Nixon, a las investigaciones periodísticas del «Washington Post» que propiciaron su renuncia, describe Bob Woodward, uno de los dos reporteros que lo voltearan. (1) Esa ha sido la táctica empleada por el Procurador General de la Nación , Nicolás Becerra, para contrarrestar las revelaciones de la primera edición de este libro, aparecida en diciembre pasado. Esta segunda edición, que modifica el orden inicial de las dos partes que la componen, y sale a librerias cuando sólo han transcurrido cinco meses de la primera, refuerza, completa y extiende la información.

Distribución de mentiras a los periodistas que lo llamaban para conocer su reacción ante lo que aquí se destapaba sobre su pasado y presente, amenazas de querellas penales y civiles, contacto con abogados diversos para ejercer trafico de influencias y conseguir rectificaciones que nunca obtuvo ni obtendrá, eludir el debate televisivo cara a cara, desatar una caza de brujas entre los magistrados susceptibles de haber nutrido con datos su espesa biografía desplegada sucintamente en las páginas siguientes, anuncio de una retirada de sus funciones por fatiga, disimulando las verdaderas causas de su fuga hacia adelante, han sido las tácticas desplegadas por Nicolás Becerra para intimidar, amedrentar, neutralizar y desviar la atención, gimnasia inútil para quien es impermeable a la presión.

El seguimiento en Chile a varios grupos de gángsteres le permitió demostrar a Rodrigo de Castro, que notorios militares chilenos implicados en violaciones de los derechos humanos también se ensuciaron, financiaron y enriquecieron con el trafico de armas y drogas.

Tales indagaciones me posibilitaron conectar con el narcoterrorista Monzer Al Kassar y su plan para corromper y lavar dinero en Argentina, un sirio vinculado al clan Pinochet y con el ex-presidente Carlos Menem, que se hizo irregularmente argentino gracias a los servicios y manipulaciones de Nicolás Becerra.

El 24 de enero de 2001, cuando la primera edición de este libro ya llevaba casi dos meses en la calle, dimitió en Londres el ministro para Irlanda del Norte, Peter Mandelson. La infracción que provocó su renuncia fue haber presuntamente intervenido telefónicamente para que le otorgaran el pasaporte británico al magnate de origen indio Srichand Hinduja.

Mandelson había sido el piloto de la campaña electoral que encumbró a Tony Blair como primer ministro del Reino Unido. Y su derrumbe, se produjo desde las alturas de la cartera más sensible en el gobierno ingles, que incumbe la pacificación de Irlanda, con una guerra civil centenaria.

Sin embargo, por un pasaporte supuestamente mal dado a una persona honorable aunque millonaria, se tuvo que ir a su casa, y no le fue posible retornar al gobierno cuando el 9 de marzo siguiente fue eximido de toda responsabilidad penal. La persistencia de la sospecha sobre el contenido de un telefonazo aún en las sombras del misterio, que pudo inducir a delinquir en la Administración del Estado, le son todavía hoy devastadoras para su futuro político. (2)

Descalificado para seguir en el más alto cargo del aparato judicial de la República Argentina , por su intromisión para naturalizar ilegalmente a un hampón internacional y su séquito, con el agravante de utilizar sus prerrogativas para salvaguardar a Carlos Menem y sus allegados de persecuciones penales, y de facilitar por medios ilícitos su propio beneficio personal y el de sus amigos, Nicolás Becerra ha sido premiado. Desde el 5 de diciembre de 2000, ostenta la Presidencia de la Asociación Interamericana de Ministerio Público, que nuclea a los fiscales de Estado de todo el continente, incluyendo a España y Portugal.

Juan Gasparini, Ginebra, Suiza.

(1) Revista dominical, edición especial por el 25 aniversario de la creación de «El País», 6 de mayo de 2001.

(2) «El País», Madrid, 25 de enero y 10 de marzo de 2001. Peter Mandelson volvió al gobierno de Inglatera el 3 de octubre de 2008, como Seceretario de Estado en el gabinete del primer ministro Gordon Brown, sucesor de Tony Blair.

 


 

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