La retrospectiva de fotos y textos de Borges que la Universidad de Ginebra ofreciera en febrero de 2009 lo recuerda como un personaje devoto de la ciudad suiza, a la que volvía permanentemente. Allá fallecó hace casi 23 años, y encontró su tumba. Una calle ostenta las señas de identidad del autor y el manuscrito de El Sur, «acaso mi mejor cuento», se expone en uno de los museos de la conocida urbe a orillas del lago Leman. El reportaje fotográfico de Sergio Caro ofrecido exclusiva para este sitio web, retrata las huellas de la leyenda del escritor en una de las ciudades de su preferencia.
Es fácil adivinar que el apego de Borges por Ginebra abreva en la literatura. Arriba siguiendo a su padre, quien buscaba sanarse de una ceguera hereditaria que el joven incubaba sin saberlo. Entre abril de 1914 y junio de 1918 vivió en una pensión al borde de la vieille ville, bloqueado a raiz de la primera guerra mundial del siglo pasado. En aquella época realizó estudios secundarios en el prestigioso Collàge Calvin, aprendiendo el francés, el latín y el alemán, optando que sería escritor en castellano, una decisión prodigiosa para un muchacho argentino que ya hablaba perfectamente el inglés. De entonces guardó la cicatriz de una frustrante iniciación sexual, y preservó tres amigos que lo precedieron en la muerte; un abogado comunista, un librero y un módico urólogo, todos hijos de inmigrantes.
Borges retorna a Ginebra por última vez y practicamente de incógnito al caer 1985, sin despedirse de sus allegados y familiares de Argentina. Llegó enfermo y tras reformular el destino de su herencia. Desde Suiza se casó por poder en Paraguay con María Kodama, y mandó desalojar de su domicilio en Buenos Aires a Fani Uveda de Robledo, que se había ocupado de su madre y de él durante muchos años. En el ocaso quiso hacerse helvético, deseando incluso comprarse una propiedad en el casco antiguo de Ginebra, donde la huella del dinero conduce a una cuenta en el Banque Lombard-Odier.
Al cierre de su vejez, eludía a la prensa, presuntamente para no abordar las razones de su ida de Argentina. Dejó sin resolver que hacer con los funerales, reservando a los jueces pronunciarse sobre el testamento que ungiera a María Kodama depositaria de sus bienes y derechos de autor. Del 12 al 22 de enero de 1986, y entre el 26 de enero y el 17 de febrero de 1986, Borges estuvo internado en el Hospital Cantonal de Ginebra. Se apagó el segundo sábado de junio siguiente, poco antes de alcanzar los 87 años. Lo enterraron al cabo de una ceremonia concelebrada por un pastor protestante y un sacerdote católico, no obstante que en vida fuera agnóstico. Una piedra recordatoria cinceló el centésimo aniversario de su nacimiento en 1999, clavada en la pared vecina del apartamento donde se extinguiera en 1986. Esculpido en la prosa, ahí se lee que Ginebra fue una de sus «diversas e íntimas patrias», merecida «en el decurso de sus viajes», a la que le debiera amores y desventuras, «la má propicia a la felicidad».