Los legendarios viajes de Borges a Ginebra

Los legendarios viajes de Borges a Ginebra

Al cumplirse los 25 años del fallecimiento en Ginebra de Jorge Luis Borges, el personaje es recordado como un devoto de la ciudad suiza, a la que volvía permanentemente. Allí encontró su tumba y una calle ostenta las señas de identidad del autor, mientras que el manuscrito de El Sur, «acaso mi mejor cuento», se exhibe en uno de los museos de la conocida urbe a orillas del lago Leman.

Es fácil adivinar que el apego de Borges por Ginebra abreva en la literatura. Arribó siguiendo a su padre, quien buscaba sanarse de una ceguera hereditaria que el joven incubaba sin saberlo. Entre abril de 1914 y junio de 1918 vivió en una pensión al borde de la vieille ville, bloqueado a causa de la primera guerra mundial del siglo pasado. En aquella época realizó estudios secundarios en el prestigioso Collège Calvin, aprendiendo el francés, el latín y el alemán, optando que sería escritor en castellano, una decisión prodigiosa para un muchacho argentino que ya hablaba perfectamente el inglés. De entonces guardó la cicatriz de una frustrante iniciación sexual, y preservó tres amigos que lo precedieron en la muerte; un abogado comunista, un librero y un médico urólogo, todos hijos de inmigrantes como él.

Borges retornó a Ginebra por última vez y prácticamente de incógnito al caer 1985, sin despedirse de sus allegados y familiares de Argentina. Viajó luego de reformular su testamento, rectificando el destino de su herencia. Después de llegar a Suiza se casó por poder en Paraguay con María Kodama, un papelerío extravagante que inscribe datos inexactos, encriptando las claves del enlace. Desde tanta distancia, mandó desalojar por procuración de su domicilio en Buenos Aires a Fani Uveda de Robledo, que se había ocupado de su madre y de él durante muchos años. Entre tanto, quiso hacerse helvético, deseando incluso comprarse una propiedad en el casco antiguo de Ginebra, donde la huella de su incalculable fortuna conduce a una cuenta secreta del Banque Lombard-Odier.

En sus pasos crepusculares eludió a la prensa, presuntamente para no abordar las razones de su ida de Argentina. Dejó sin resolver que hacer con sus funerales, reservando a los jueces pronunciarse sobre su cambio de testamento, que ungiera a María Kodama depositaria de sus bienes y derechos de autor. Del 12 al 22 de enero de 1986, y entre el 26 de enero y el 17 de febrero de 1986, Borges estuvo internado en el Hospital Cantonal de Ginebra. Se apagó el segundo sábado de junio siguiente, poco antes de alcanzar los 87 años. Lo enterraron al cabo de una ceremonia concelebrada por un pastor protestante y un sacerdote católico, no obstante que el escritor era agnóstico. Una piedra recordatoria cinceló el centésimo aniversario de su nacimiento en 1999, clavada en la pared vecina del apartamento donde se extinguiera en 1986. Esculpido en la prosa, ahí se lee que Ginebra fue una de sus «diversas e íntimas patrias», merecida «en el decurso de su viajes», a la que le debiera amores y desventuras, «la más propicia a la felicidad».

Juan Gasparini, Ginebra, Suiza.